miércoles, 19 de enero de 2011

Los cuerpos de las mujeres como campo de batalla

El Libertario
# 58, Marzo/Abril 2010.

Los cuerpos de las mujeres como campo de batalla

Tere Mollá

Después del reciente viaje a Palestina me quedé fuertemente impresionada
por el altísimo índice de natalidad existente entre las mujeres
palestinas. Ellas, en las reuniones que mantuvimos con sus asociaciones,
lo explicaban como una nueva forma de lucha por sus derechos, como un
nuevo feminismo, además de ser contemplado como un deber patriótico. Pero
aún así, me costaba mucho de entender hasta que hace unos días leí en un
documento que cayó en mis manos que la cuestión real es otra. Se trata de
una estrategia política para poder mantener la distancia demográfica con
Israel. De esta manera también integran la lucha contra el estado
ocupante, en su propio cuerpo de mujeres.

Así las cosas y, teniendo en cuenta que Israel también realiza políticas
activas para el crecimiento demográfico, nos encontramos con que tanto los
dirigentes palestinos como los judíos están utilizando los cuerpos de las
mujeres como campos de batalla, sin tener en cuenta las propias decisiones
personales de estas, ni su derecho a poder decidir sobre su propio cuerpo.
De este modo puedo entender el gran número de niñas y niños palestinos
muertos en la ofensiva de Gaza. No se trata sólo de destruir, se trata de
matar criaturas, para así evitar que en un futuro se sigan reproduciendo.

Me parece todo tan complicado, tan agresivo, tan doloroso que aún
entendiéndolo, me sigue pareciendo una barbarie. Las mujeres tenemos
derecho a decidir libremente sobre nuestro propio cuerpo y ningún estado,
ni ninguna estrategia ha de impedirnos ser las únicas dueñas absolutas de
nuestro cuerpo. Pero veo que no es así y que nos siguen usurpando nuestra
intimidad, nuestra capacidad reproductora en aras de los intereses de
otros. Y lo que es peor, todo ello, además negándonos la capacidad del
placer. Y de nuevo surgen de las tinieblas, como negros fantasmas, los
dogmas de las religiones, de cualquiera de ellas. Son esos, los dogmas y
los ritos y las creencias religiosas las que separan a las personas de ser
personas con una cierta objetividad sobre lo que ocurre en nuestro
entorno, de ser personas sectarias y dogmáticas dispuestas a todo con tal
de defender a ese dios que representa su esencia vital.

Por ese sectarismo religioso de cualquier color, ha habido guerras a lo
largo de la historia y siempre se repite el mismo patrón: la defensa a
ultranza de los mandatos religiosos frente a otras creencias o frente al
cuestionamiento de esos planteamientos. Y tanto derramamiento de sangre,
siempre ha llevado pareja la utilización de los cuerpos de las mujeres,
bien como armas de guerra con violaciones y humillaciones de todo tipo, o
bien haciéndolas parir para dar más hijos a la causa de turno. O ¿Acaso no
recordamos la limpieza étnica de la última guerra de los Balcanes, en
donde las mujeres eran violadas, secuestradas y obligadas a parir en
condiciones terribles para así deshonrarlas ante sus familias y aceptar un
hijo, nieto o sobrino engendrado por el agresor? Es terriblemente doloroso
para mí tener que aceptar que estos hechos ocurren, que están ocurriendo
ahora mismo en cualquier conflicto armado vivo del planeta. Pensar en los
cuerpos de mujeres como campos de batalla en donde se dirimen conceptos
como estados, comunidades, o congregaciones me parece una barbaridad
difícil de aceptar, pero es lo que está ocurriendo.

El dolor de la aceptación de esta realidad lleva implícito un compromiso
contra este tipo de situaciones. Y una forma de luchar contra ello es
dándolo a conocer. Así las cosas, a las mujeres palestinas y a tantas
otras mujeres del mundo, les seguirán arrebatando la decisión sobre algo
tan íntimo como lo es su relación con su propio cuerpo y su decisión de
ser madres o no y seguirán siendo utilizadas como un campo de batalla más
en donde construir la ansiada nación palestina libre, pero ¿A qué precio?

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